El agente Daniel, como era identificado Capote Fernández en los Órganos de la Seguridad del Estado cubano, fue reclutado por la Agencia Central de Inteligencia CIA y durante siete años permaneció en las filas del enemigo registrado con el nombre de Pablo.
El testimonio de ese vínculo con la CIA aparece reflejado en el libro, que también es una advertencia de que siempre hay que estar alerta para defender la Revolución que el imperialismo yanqui pretendió destruir desde el propio año de su triunfo en 1959, una pretensión que se mantiene y para ello se vale de todo, incluyendo campañas mediáticas difamatorias sin descartar la opción militar.
Este libro nos ofrece muchas lecciones, muchos argumentos, para la gente que trabaja en instituciones de la cultura, en universidades, en distintos sectores profesionales, para nuestra joven intelectualidad, entendiendo “intelectualidad” en el sentido más amplio, y en general para los jóvenes cubanos. Capote dice, en la entrevista que mencioné, que “Lo que pasa es que estos enemigos consideran que la guerra con la dirección histórica de la Revolución la perdieron. Eso se lo escuché decir a varios funcionarios estadounidenses y oficiales de la CIA, y entonces apuestan por quienes ellos llaman los nietos de la Revolución. No debemos olvidar que vivimos en un mundo donde impera la cultura capitalista y nuestros jóvenes conocen el capitalismo por boca de nosotros (…), el enemigo sabe eso bien. Esta es (…) una guerra que se desarrolla en la mente de los hombres. Si ellos logran (…) que predominen los valores de la cultura capitalista en las nuevas generaciones de cubanos, pues habrán ganado la batalla. Esa pelea cubana contra los demonios es el reto mayor de la juventud hoy”.