La ejecución del corregidor Antonio de Arriaga al sur del Cuzco el 10 de noviembre de 1780 inició la más grande sublevación del continente americano. Durante los siguientes seis meses, Tupac Amaru, su esposa Micaela Bastidas, sus familiares y seguidores pondrían en vilo al Imperio español y abrirían una brecha que otros continuarían acentuando por más de dos años. Lo que parecía ser otro levantamiento local terminó convirtiéndose en una guerra de exterminio, con un saldo de aproximadamente cien mil víctimas, en un área que cubrió desde el Cuzco hasta Potosí. Walker nos sumerge en la sublevación con las herramientas de la historia, pero con el corazón y la prosa de un reportero de guerra. Es minucioso, objetivo, y desde el inicio entendemos que para auscultar la rebelión hace falta comprender la contrarrebelión. Escalamos y bajamos montañas con ambos bandos, conocemos desde la pupila insurgente y desde la realista los asedios a Cusco, Puno, La Paz, entre otras; somos partícipes del hambre, frío y enfermedades que cada parte sufre y se nos muestran las decisiones que cada bando debió tomar, movidos siempre por el terror de las circunstancias antes que por ideologías preestablecidas. La gran virtud epistemológica y narrativa del libro es, entonces, extirparle certezas al relato, no sugerir claves de un designio que no existe, y conseguir que los lectores avancemos en la lectura al igual que rebeldes y realistas: heridos, como decía la canción, por las flechas de la incertidumbre.