El feminismo parece ser quien más lejos lleva la máxima bakuniana: destruye subjetividades sumisas para crear otras sobre esas ruinas. En este sentido, incluso la palabra mujer es de uso provisorio. No es extraño, entonces, que el anarquismo hoy sea el feminismo radical. Como tal es enemigo, además, del feminismo creador de víctimas y de todas las filosofías que refuerzan la idea de rebaño de ovejas. El anarquismo, es decir, el feminismo socava el suelo donde los poderes se erigen. El feminismo, es decir, el anarquismo, se propone extirpar los microfascismos instalados en el terreno del deseo, en el terreno de la reproducción social.
En este diccionario vamos a encontrar nombres propios que son ideas fuerza. Tendremos que cruzar las entradas y leerlas sabiendo que integraron organizaciones, que actuaron como manadas subversivas, que no estuvieron solas esperando la revolución. Nos legaron estrategias de supervivencia, nos enseñaron que la libertad no se busca sino que se ejerce, nos dejaron un mapa que transitaron. Leemos este diccionario sabiendo que las vidas que acá se cuentan no fueron de heroínas porque ellas despreciaron las idolatrías, sino de luchadoras que construyeron con sus pares nuevas formas de hacer política basadas en la solidaridad, el affidamento y la determinación. Finalmente, el trabajo de Cristina Guzzo, lleno de amor y cuidado, contribuye a un capítulo importante de la historia del anarquismo y salda una deuda en la historiografía de las mujeres.