Para masacrar a fueguinos y patagones en el sur de Chile fue necesario poner en duda que eran personas, de modo que robárselos y matarlos no fuera un crimen. En su libro “Cautivos”, el historiador Christian Báez destaca una pieza clave de ese proceso: la industria de los zoológicos humanos, que secuestró y expuso a kawésqar, selk’nam, tehuelche y mapuche y extendió el prejuicio de su inferioridad. Así fue fácil quitarles a sus hijos cuando faltaba servidumbre o entregarlos como esclavos, para que se “civilizaran”. Su exposición jugó también un rol político en el Chile del siglo XIX: representaban “lo anormal, lo que se alejaba del país que la elite quería construir.