Desde hace un par de décadas, las investigaciones comparativas gozan de una demanda cada vez mayor. No sólo dentro de aquellas disciplinas de las ciencias sociales que han logrado desarrollar una cierta tradición de análisis comparativos, como las ciencias políticas o las de educación, sino también en las diferentes ramas de la historia. También los estilos y metodologías de la investigación comparativa han cambiado considerablemente en estas últimas décadas. Tales cambios se están produciendo a consecuencia tanto de las interacciones dinamizadoras entre las teorías científico-sociales recién desarrolladas y la metodología de la comparación como de los nuevos retos que resultan de una sociedad mundial emergente o bien del giro, muy debatido en las ciencias naturales y sociales, hacia estilos post-newtonianos de procesar problemas de complejidad y contingencia.