El fenómeno del populismo ha hecho aparición en las sociedades de ambos lados del Atlántico con una fuerza tal que lo ha convertido en uno de los fenómenos políticos decisivos del presente en el mundo occidental, al que sucumben las formaciones políticas de la más diversa orientación. El modo en que ha irrumpido el populismo en nuestras sociedades es resultado de su inextricable relación con la globalización neoliberal, que con la erosión del tejido social y la creciente atomización de los individuos que produce, allana el terreno para la emergencia del populismo, que a través de representaciones discursivas y dispositivos retóricos dirigidos a producir identificaciones de naturaleza emocional, pretende llevar a cabo la construcción de un sujeto popular que pueda reactivar los potenciales democráticos gradualmente suprimidos por el avance del neoliberalismo. En este contexto, surge la pregunta de si las organizaciones políticas liberales y socialdemócratas tradicionales se imbricarán con estas tendencias populistas para dar lugar a nuevas formaciones políticas, o si más bien las fuerzas populistas se irán desplegando al margen de las estructuras establecidas, lo que puede dar lugar a distintas formas de revolución social o a fenómenos políticos de carácter fascista.